martes, 21 de diciembre de 2010

Confianza, espiritualidad y éxito económico

transicion

Sin valores no hay posibilidad de progreso real y sin embargo, existe el “espejismo del corto plazo”, que hace que directivo sin escrúpulos puede aparentar cierto éxito, aunque a la larga se acabe desvaneciendo, ya que, al no tener nada más y carecer de valores, se aferrará a su silla a cualquier precio.

Sin embargo, los líderes capaces de sacrificar su éxito por el bien colectivo, que poseen equilibrio interior, valores, amigos, aficiones, metas, inquietudes personales… en un momento determinado, pueden desprenderse de su silla, ya que para ellos sólo es un cargo, algo meramente accesorio en sus vidas.

Por eso, algunos expertos en selección de directivos, incluyen entre sus baremos uno difícil de cuantificar: “¿cuánto éxito sería capaz de digerir este candidato a directivo?”.

No hay nadie más sordo que un directivo con éxito y algunos líderes, cuando se ven tocados por él, no pueden evitar pensar que son los únicos causantes, haciéndose víctimas de un “error de atribución”, sin tener en cuenta que gran parte de su éxito –o fracaso- viene determinado por las decisiones de sus predecesores, que tomaron decisiones a largo plazo y sin embargo, sólo fueron juzgados por sus consecuencias a corto, cuando aún no se habían manifestado los auténticos resultados de sus acciones.

El éxito tiene la dudosa virtud de deformar tu lectura de la realidad, empezando a creer que eres el único causante. Hay quienes entontecen con tan sólo un poquito de éxito y quien necesita mucho para creérselo, pero todos somos vulnerables a él.

El empacho de éxito es pernicioso para quien carece de valores, y es una constante en profesionales, empresarios, políticos, etc. Por eso, se recomienda no elegir directivos que necesiten serlo con desesperación, porque sin valores harán cualquier cosa por seguir mandando y cobrando, y eso es lo que explica muchos casos de corrupción. Y la corrupción hace que nadie se fíe de nadie y genera una falta generalizada de confianza que eleva los costes de transacción: dificulta comprar, vender, conseguir un permiso de forma ágil y transparente… Por eso los países más corruptos son también los más pobres.

Cualquier transacción debe ser fácil y barata porque la sociedad respeta unos valores y así todas las partes se fían: esa confianza, es la gran engrasadora de todo el sistema económico y por sí misma crea prosperidad. Las sociedades con valores son más honradas, y por lo tanto más eficientes y prósperas. Los valores espirituales generan riqueza material.

Autor: Maria José Dunjo

Para saber más: Confianza, espiritualidad y éxito económico | Innovacion7x24

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